

El año 1972, el gran artesano Joseph L. Mankiewicz dio a luz una película que se transformaría en un clásico, “Sleuth”, con Sir Laurence Olivier y Michael Caine. Claro que 9 años antes ya había parido otro clásico llamado “Cleopatra” y que se transformó en la película más cara de la historia del cine y, a la vez, en el mayor desastre monetario que se tenga recuerdo. Aunque esto último es más bien un mito que algo real.
Cleopatra partió siendo un proyecto menor que sería protagonizado por Joan Collins (mal). Cuando la superestrella Elizabeth Taylor se subió al proyecto, lo que era “Che Kopete, la Película”, se transformó en “Titanic”. De unos 2 millones de dólares, pasó a ser una película que costó sobre 40 millones y que no recuperó el dinero para nada. Al menos en corto plazo. Unos 10 años mas tarde ya había recuperado e incluso había ganado algo, pero, lo de siempre, se recuerda lo que de inmediato ocurrió y no lo que en realidad pasó.
Volviendo a Sleuth y Mankiewicz. El 72 estreno ésta, su última película como director. Basado en una obra de teatro de Anthony Shaffer (responsable de Frenzy y The Wicker Man), nos contaba la historia de un escritor de novelas policiales de gran éxito y del encuentro que sostiene con el amante de su esposa, de profesión peluquero y con alma y cuerpo de galán. Es obvio, el galán es Michael Caine haciendo de Milo Tindle, y Sir Laurence Olivier interpreta a Andrew Wyke, hombre maduro adicto a toda clase de juegos, muñecos, bromas y demases. En el fondo, un niño en cuerpo de adulto. Y Tindle no lo hace tan mal tampoco en su caso de inmadurez crónica. Por algo acepta la proposición que el buen escritor le ha hecho para asegurarse de nunca más verlo a él o a su impura mujer. Simular un robo en su casa. Robar joyas vestido de payaso (el disfraz para evitar riesgos de ser reconocido en el hipotético caso de que alguien pasara por ese lugar perdido en la nada) y luego empeñarlas en un país vecino donde el bueno de Wyke ya ha hablado con un contacto. Todo pensado para que el peluquero se haga de mucho dinero y así pueda costear los caros gustos de su amante.
Hablar mucho más de esta película es entrar en terrenos peligrosos. Es cierto que muchos ya deben saber lo que pasa, la cruel venganza que el señor Andrew Wyke le tiene preparada al hombre que le robó a su mujer, la aparición del sagaz detective Inspector Doppler (interpretado por Alec Cawthorne en su único papel para el cine) y el giro que los acontecimientos toman. Pero decir más puede ser arruinar la diversión a alguien, y cuando vi esta película es cierto que me divertí. Claro que todo es muy teatral, está basado en una obra y el 99 por ciento del film transcurre al interior de la casa, y también es cierto que lo que hace años sorprendía, hoy a muchos deja fríos. Pero es un film pensado para entretener y para entregar grandes actuaciones. Diálogos bien escritos y diálogos bien dichos, rápidos, ingeniosos. Momentos logrados de comedia, de incomodidad y de sorpresa. Y las cosas resultan y resultan bien.
Ayer vi el remake de Sleuth que dirigió Kenneth Branagh. En el reparto se repite el plato Caine, pero ahora haciendo el rol que antes había hecho Olivier. El papel de Tindle lo toma el galán Jude Law.
Como todo remake que se precie, lo que ahora se ve antiguo del original, hay que modernizarlo. Los temas que se tocan deben ser actuales y no añejos. Se deben decir y hacer cosas que antes no se podían siquiera pensar.
El resultado luego de ver esta Sleuth o “Juegos Siniestros” (quien es el subnormal que pone esos títulos?) es frío, distante, sin cariño ni por los personajes ni por el espectador. Al parecer Branagh entiende por modernidad espacios fríos, inmensos, casi imposibles de habitar. Todo automatizado, visto a través de los ojos electrónicos de cámaras de seguridad que siempre están puestas en ángulos que nunca estaría una cámara de seguridad (o quizás son cámaras de seguridad demasiado modernas), además que son cámaras que constantemente hacen presencia, pero no dramática sino que mas bien de lucimiento visual. En el film, todo ocurre rápido, casi a ritmo de MTV, para no dejar tiempo al espectador que piense, que se aburra, que se de cuenta que las cosas no están funcionando como deberían. Y lo que es peor, no deja tiempo para que el ritmo natural de las cosas sucedan.
En la original, las cosas pasaban y el espectador las iba “comprando”, pero se iba dando un tempo interno que permitía esto. Es cierto que Caine era un imbécil al ponerse ese estúpido traje de payaso, pero dentro del imaginario del film era correcto y luego de tanto hablar, Olivier lo convencía. Acá Jude Law no puede ser más infantil al comprar lo que le venden de esa manera, tan rápido, con tanta vigilancia a vista y paciencia. Con sólo 2 palabras Wyke convence a Tindle. En menos de lo que se demora en decir JuegosSiniestros, aparece el detective, éste desaparece, todo se da vuelta, todo parte de cero o no parte nunca.
Por supuesto que las actuaciones están bien. Caine es Caine y aunque le des la guía de teléfono sabrá sacarle provecho y Jude Law no se queda atrás, aun cuando no se decide a dejar de “parecer” para llegar a “ser”, lo que a su compañero de reparto le sale de manera natural.
No sé si este remake es una buena película. No sé si enfriar el mundo es sinónimo de modernizar la historia. Pero sé que es un pecado el presentar una historia y nunca sentir cariño por los personajes y en eso es donde mayor es la caída de este “Detective”.